Austerlitz

Por fín, llegó al Andén. A sus lados, yacían las vías, esas perseguidoras del horizonte incapaces de perdonar.
- ¿Puedo ayudarle con su maleta? - preguntó cortesmente un hombrecillo con marcado acento francés.
- Sí. Con cuidado por favor, llevo ahí mi corazón.
- No se preocupe, lo tendré - mintió el trabajador, cansado de tanto pasajero que, diciendo por egoísmo bohemia, encuentra en los trenes la solución a todos sus problemas...
1 comentario
sarusss -
pero q es precioso!
jolin...voy a leer el resto ^^
muaaa*