Barret St.

La acústica contemplaba, atónica, como aquella guitarra vieja y desafinada conseguía sonar más alto que todos los motores de la calle Barret.
Miraba, incrédula, como, en la sencillez de su belleza, doblegaba, relativizadaba e incluso armonizaba a todos aquellos gritos y ruidos primermundistas.
La escena se congeló y durante unos segundos sólo se oyó aquella melodía melancólica y metálica...
El músico, ingénuo, orgulloso, vació simbólicamente la gorra en el bolsillo de la gabardina, se la ajustó a su cabeza llena de aves y comenzó a caminar hacia la otra acera sin advertir el coche que se abalanzaba sobre él demasiado seguro para frenar.
1 comentario
Carlos -
Por cierto, este espacio esta para Q me digais todo lo Q me decis por la calle de esto que hago :-)